Cofiño alerta sobre el peligro de las redes sociales y la desinformación para la estabilidad del sistema político.
En una reciente intervención, el presidente de la Junta General del Principado de Asturias (JGPA), Juan Cofiño, ha expresado su preocupación sobre la crisis que afecta a la institución parlamentaria y, por extensión, al conjunto del sistema político que conocemos como democracia liberal representativa. En su discurso, Cofiño atribuyó esta crisis al efecto del "presentismo" exacerbado por las redes sociales y al "descontrol informativo", que, sumados a una crisis financiera global, crean una atmósfera que sugiere un "fin de época".
Estas declaraciones tuvieron lugar durante la conferencia de Espacio Fundamentos, cuyo tema abordaba 'El parlamento en el primer tercio del siglo XXI. ¿Un camino inevitable hacia los postparlamentos?'. En el evento, también participaron ponentes como Rafael Bustos, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid, y María Salvador, profesora titular de Derecho Constitucional en la UNED.
Cofiño se hizo eco de las preocupaciones sobre la posible crisis que atraviesa el Parlamento, señalando que existe una percepción general de que esta institución ha perdido protagonismo frente a otras entidades del Estado, especialmente el Ejecutivo. Al aceptar este análisis, el presidente de la Junta considera que esta situación es solo una manifestación de una "patología" más profunda que está atacando a la democracia deliberativa en un contexto global.
Desde la perspectiva de Cofiño, quien representa al PSOE, la verdadera problemática radica en la gran crisis de confianza que los ciudadanos sienten hacia los partidos políticos, las instituciones y sus representantes, los cuales ya no son vistos como capaces de resolver las necesidades más apremiantes de la ciudadanía.
El presidente asturiano subrayó que el Parlamento ha "migrado" a la esfera digital, indicativo de cómo las dinámicas sociales han cambiado. Criticó el ruido generado en las redes sociales, que, según él, dificulta el desarrollo de debates ordenados y sustantivos, necesarios para construir un discurso claro y comprensible. A raíz de esto, Cofiño sentenció que "no corren buenos tiempos para el parlamentarismo como lo hemos conocido hasta ahora".
María Salvador, también ponente del evento, reforzó la idea de que, a pesar de la crisis, los Parlamentos deben seguir siendo el centro de la democracia. Reconoció que la realidad ha cambiado drásticamente, lo que pone en jaque la concepción tradicional del Parlamento. Según ella, el ideal parlamentario debería seguir inspirado en el modelo constitucional que se materializó en Europa después de la Segunda Guerra Mundial, un modelo que, a su juicio, fue un triunfo histórico.
Salvador especificó que, aunque los parlamentos nacionales aún conservan un espacio relevante en la toma de decisiones, han visto mermada su posición frente a las instancias supranacionales, lo que afecta la idea de un Parlamento centralizado. Asimismo, apuntó que transformaciones sociales y económicas han alterado la posición del Parlamento, reforzando el poder ejecutivo, mientras que la pluralidad de partidos en los Parlamentos autonómicos, aunque les otorga protagonismo, también genera dificultades en el diálogo parlamentario, dificultando su eficacia.
La académica concluyó que, a pesar de las adversidades, son las personas en las instituciones quienes deben preservar este ideal democrático y representativo.
Por su parte, Rafael Bustos enfatizó que, en el sistema democrático actual, "el Parlamento no es el lugar donde se toman las decisiones", sino más bien el espacio donde se legitiman decisiones ya adoptadas. Sostuvo que ha emergido una ruptura en la legitimación parlamentaria, en parte debido a la pérdida de la importancia de la verdad objetiva, que ha sido reemplazada por la búsqueda de lograr la adhesión emocional del público. Este fenómeno, indicó, es un claro reflejo del triunfo de la posverdad.
Bustos planteó la posibilidad de hablar de "posparlamentos", caracterizados por la continua falta de adopción de decisiones en el Parlamento y la ausencia de legitimación en dichas decisiones. Además, se mostró crítico acerca del actual funcionamiento de los Parlamentos, donde predominan espectáculos de confrontación en lugar de análisis profundos.
Para redirigir esta situación, Bustos propuso un cambio en el liderazgo de los Parlamentos, que debería involucrar una defensa más clara de la institucionalidad, incluso sugiriendo la posibilidad de restringir la libertad de expresión en aras de recuperar la cortesía y el respeto parlamentario. Estas reflexiones abren un debate importante sobre el futuro de las instituciones democráticas en un mundo cada vez más influenciado por las dinámicas digitales y la polarización política.
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