El James Webb captura la primera imagen de hielos primordiales del Sistema Solar, formados hace 5.000 millones de años.
OVIEDO 19 de diciembre. El telescopio espacial James Webb ha proporcionado una reveladora fotografía de los hielos que se formaron en nuestro Sistema Solar hace aproximadamente 5.000 millones de años. Este emocionante descubrimiento se produce como parte del ambicioso proyecto DiSCo, liderado por Noemí Pinilla-Alonso, investigadora del Instituto de Ciencias y Tecnologías Espaciales de Asturias (ICTEA) en la Universidad de Oviedo. Sus hallazgos han sido recientemente publicados en la revista 'Nature Astronomy', uno de los genuinos referentes en el ámbito de la astronomía.
Pinilla-Alonso señala en un comunicado que, gracias a las capacidades del telescopio espacial, se han obtenido datos recientes sobre los objetos transneptunianos (TNOs), cuerpos celestes cuya trayectoria orbita parcial o totalmente más allá de Neptuno. Este estudio ha iluminado cómo los diversos colores y la reflectancia superficial de estos cuerpos están intrínsecamente relacionados con sus orígenes en los primeros momentos de la formación del Sistema Solar, así como con las transformaciones que experimentan actualmente debido a la radiación solar cuando se aproximan a las zonas más calurosas.
“La relevancia de este descubrimiento radica en que ahora podemos afirmar que el componente más decisivo de la composición superficial actual de estos cuerpos está determinado por el material disponible en el disco presolar en el instante de formación de los planetesimales, que son objetos sólidos de más de un kilómetro de diámetro. Así, el estado actual de estos TNOs se vincula de forma estrecha con el inventario de hielos que existía en la génesis del Sistema Solar, como si se tratara de una fotografía congelada de esa era”, ha declarado la investigadora.
Por primera vez, los científicos han rastreado las moléculas específicas que explican la notable diversidad espectral, cromática y de albedo que se observa en estos cuerpos. “Hemos encontrado que los objetos transneptunianos pueden organizarse en tres grupos composicionales claros, definidos por la retención de hielos como agua, dióxido de carbono, metanol y compuestos orgánicos que se formaron cuando el Sistema Solar emergió hace miles de millones de años”, añade Pinilla-Alonso.
Estos resultados no solo marcan un avance significativo al establecer una conexión sólida entre la formación de los planetesimales en el disco protoplanetario y su evolución posterior, sino que también revelan que estos grupos composicionales no se distribuyen de manera uniforme entre cuerpos con órbitas similares. "Este estudio ofrece una nueva perspectiva sobre cómo las distribuciones espectrales y dinámicas de estos cuerpos están interrelacionadas y cómo surgieron en un sistema planetario afectado por una evolución dinámica compleja", asegura Pinilla-Alonso.
Un estudio complementario sobre los Centauros, un tipo singular de objeto en el espacio, también ha sido publicado en la misma edición de Nature Astronomy. En él, se ha observado una diversidad composicional mayor de lo anticipado, destacada por la presencia de una capa de polvo en sus superficies. Este trabajo identifica a los Centauros, que son TNOs que han visto sus órbitas desplazarse hacia las zonas de los planetas gigantes tras un encuentro gravitacional cercano con Neptuno, como cuerpos que experimentan cambios significativos en sus superficies, lo que indica su evolución térmica al acercarse a nuestra estrella.
"Nuestro hallazgo indica que los Centauros no constituyen un grupo homogéneo, sino que son cuerpos dinámicos en transición, cuyas variaciones composicionales representan diferentes etapas evolutivas", explica Pinilla-Alonso, quien forma parte del programa ATRAE en la Universidad de Oviedo.
Adicionalmente, la profesora Pinilla-Alonso es coautora de otro estudio que ha sido recientemente publicado en la revista 'Astronomy & Astrophysics'. Este trabajo presenta observaciones inéditas del Centauro (2060) Chiron, captadas también por el telescopio James Webb. Estas observaciones desvelan una compleja combinación de moléculas en su superficie y coma, incluyendo gases como metano (CH4) y dióxido de carbono (CO2), así como varios hielos volátiles, lo que brinda nuevos indicios sobre los mecanismos de activación en condiciones de temperaturas extremadamente bajas.
Los resultados sugieren que la liberación de CH4 podría estar provocada por una transformación de fase en el hielo amorfo de agua, en vez de la cristalización que se había propuesto tradicionalmente. Además, se ha evidenciado que el CO se presenta únicamente en estado sólido, lo que genera interrogantes sobre su sublimación y almacenamiento. Estos descubrimientos amplían nuestra comprensión de los Centauros y subrayan el valor de Chiron como un laboratorio natural para investigar la evolución de los objetos en el Sistema Solar exterior.
Durante los últimos nueve años, Pinilla-Alonso ha desarrollado su carrera investigadora en el Florida Space Institute de la Universidad Central de Florida y es colaboradora experta de la NASA. En la Universidad de Oviedo, lidera un ambicioso proyecto dedicado al estudio de la distribución de hielo y polvo en las superficies de los cuerpos menores del Sistema Solar, utilizando justamente el telescopio espacial James Webb. Las observaciones realizadas por este telescopio permitirán descubrir las poblaciones de hielo más allá de Neptuno, revelando información composicional que ha permanecido oculta durante décadas.
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