La Edad de Hierro es una etapa fundamental en la historia de la humanidad, marcando el inicio de la metalurgia del hierro y un avance significativo en el desarrollo tecnológico de las sociedades. En el caso de Asturias, en el norte de España, la llegada de la Edad de Hierro trajo consigo importantes cambios en la vida de sus habitantes, que pasaron de utilizar principalmente el bronce a emplear el hierro en la fabricación de herramientas, armas y otros objetos.
Antes de la llegada de la Edad de Hierro, Asturias estaba habitada por diferentes pueblos prerromanos, como los astures, los cántabros y los célticos. Estas tribus tenían una economía basada en la agricultura, la ganadería y el comercio, y se organizaban en pequeñas comunidades lideradas por jefes y guerreros. Su principal material para la fabricación de herramientas y armas era el bronce, obtenido a través de la metalurgia.
Los primeros indicios de la llegada de la Edad de Hierro a Asturias se remontan al primer milenio a.C., cuando comienzan a aparecer en la región objetos de hierro como armas, herramientas, joyas y elementos de adorno. Estos objetos, de mayor resistencia y durabilidad que los de bronce, supusieron un avance significativo en la tecnología de la época y permitieron a las tribus astures mejorar su calidad de vida y su capacidad de defensa.
Uno de los aspectos más interesantes de la Edad de Hierro en Asturias es la influencia de la cultura celta en la región. Los celtas, un pueblo de origen indoeuropeo que habitaba principalmente en Europa central y occidental, se establecieron en Asturias durante este periodo y dejaron una profunda huella en la cultura material y espiritual de las tribus astures.
Los celtas construyeron numerosos asentamientos fortificados en Asturias, conocidos como castros, que se caracterizaban por su ubicación estratégica en lugares elevados y de difícil acceso. Estos castros servían como centros de poder político, económico y religioso, y estaban habitados por comunidades organizadas en clanes familiares o tribus. En su interior se encontraban viviendas, talleres, graneros, templos y otros edificios destinados a diferentes funciones.
La llegada de los romanos a la península ibérica en el siglo III a.C. supuso el inicio de la conquista de Asturias y el fin de la Edad de Hierro en la región. A pesar de la resistencia de las tribus astures, que se enfrentaron a las legiones romanas en numerosas batallas, la superioridad militar y tecnológica de Roma acabó por imponerse y someter a los astures al dominio romano.
Con la llegada de los romanos, Asturias experimentó un proceso de romanización que transformó profundamente su cultura, su economía y su organización social. Se construyeron ciudades, calzadas, acueductos y otras infraestructuras, se introdujeron nuevas técnicas agrícolas y artesanales, y se adoptaron costumbres y creencias romanas. La sociedad asturiana se integró en el Imperio Romano y se produjo una fusión de elementos celtas, prerromanos y romanos en la vida cotidiana.
En conclusión, la Edad de Hierro en Asturias marcó un periodo de transición y cambio en la historia de la región, que se vio influenciada por la llegada del hierro, la presencia de los celtas y la conquista romana. Estos acontecimientos dejaron una profunda huella en la cultura, la economía y la sociedad asturiana, y contribuyeron a configurar la identidad histórica y cultural de Asturias como tierra de contrastes y diversidad.