Los celtas, antiguos habitantes de Europa occidental, dejaron una profunda huella en la historia de Asturias a través de sus prácticas agrícolas. En este artículo, exploraremos la forma en que los celtas cultivaban la tierra en esta región montañosa, analizando las técnicas y herramientas que utilizaban para llevar a cabo sus labores agrícolas.
Los celtas llegaron a Asturias alrededor del primer milenio a.C., trayendo consigo su cultura, creencias y costumbres. Uno de los aspectos más importantes de su vida cotidiana era la agricultura, una actividad fundamental para su subsistencia en un entorno montañoso y boscoso como el de Asturias.
Los celtas desarrollaron diversas técnicas de cultivo adaptadas a las características del terreno asturiano. Una de las más comunes era la agricultura en terrazas, que les permitía aprovechar al máximo las pendientes pronunciadas de la región. Mediante la construcción de muros de piedra, los celtas creaban terrazas escalonadas donde cultivaban sus alimentos.
Para llevar a cabo sus labores agrícolas, los celtas utilizaban una serie de herramientas rudimentarias pero efectivas. El arado era una de las herramientas más importantes, utilizado para remover la tierra y prepararla para la siembra. Además, empleaban hoces, azadas y rastrillos para sembrar, segar y recolectar los cultivos.
Los celtas veneraban a la naturaleza y consideraban sagrados los ciclos de la vida, como la siembra, el crecimiento y la cosecha de los cultivos. Realizaban ceremonias y rituales para agradecer a los dioses por la fertilidad de la tierra y el éxito de sus cosechas.
Los druidas, sacerdotes celtas, desempeñaban un papel fundamental en la agricultura y en el manejo de las tierras. Intercedían con los dioses para asegurar buenas cosechas, realizaban ceremonias en honor a la tierra y enseñaban a los agricultores las técnicas y rituales agrícolas.
A pesar de su desaparición como cultura distinctiva, los celtas dejaron un legado duradero en Asturias a través de sus prácticas agrícolas. Muchos de los sistemas de terrazas, canales de riego y técnicas de cultivo desarrolladas por los celtas siguen siendo utilizados en la región hasta el día de hoy, demostrando su ingenio y adaptación al entorno natural.
En resumen, las prácticas agrícolas de los celtas en Asturias no solo fueron una forma de asegurar su supervivencia, sino también una expresión de su profundo respeto por la tierra y la naturaleza. Su legado perdura en los paisajes y tradiciones agrícolas de la región, recordándonos la importancia de cultivar en armonía con el entorno.